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Egeria la monja viajera

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Si impresionante es la ruta recorrida de Galicia a Tierra Santa, todavía llama más la atención que lo hiciera una mujer, monja y en pleno siglo IV. Esta es la historia de Egeria la monja viajera.

Aunque con escasos datos biográficos se supone que era originaria de la provincia romana hispana de Gallaecia, aunque algunos autores han propuesto la posibilidad de que fuera de la zona de El Bierzo. Perteneció a un rango social elevado, algunos especialistas aseguran que procedía de la familia del emperador Teodosio I, pues disponía de los suficientes bienes como para llevar a cabo un viaje de tal envergadura.

De posición económica acomodada y notable cultura, todo hace suponer que podría ser abadesa en algún monasterio del norte de la península.

Sorprende, no solo por el periplo que realizó en puertas de la crisis del Imperio Romano, también por el hecho de que lo dejara por escrito con ánimo erudito, literario y edificante. Nuestra protagonista plasmó todo lo vivido en un libro Itinerarium ad Loca Sancta, descubierto en 1884 por Gian Francesco Gamurrini en la Biblioteca de la Cofradía de Santa María de Laicos (Biblioteca Della Confraternitá dei Laici) en Arezzo (La Toscana, Italia). El hallazgo, un códice en pergamino de 37 folios, en letra beneventana del siglo XI, dividido en dos partes. Gamurri atribuyó el relato a Silvia de Aquitania, de quien se conocía una peregrinación similar. Y así se creyó durante más de 20 años, hasta que en 1903, Mario Ferotín publicó un estudio atribuyendo la autoría del libro a la virgen española Egeria, ayudándose de una carta de San Valerio a los monjes del Bierzo donde hablaba de esta monja y su viaje, coincidente punto por punto con el del códice de Arezzo.

Fueron razones puramente religiosas las que la animaron a realizar tamaño viaje, deseaba conocer y venerar los lugares santificados por Cristo, por el Antiguo Testamento, por los apóstoles y mártires. Sentía que su deseo de viajar a Tierra Santa era un don de Dios “Nuestro Dios Jesús, que no abandona a aquellos que esperan en él, se ha dignado permitirme la realización de este deseo”.

Egeria emprendió viaje desde su monasterio a través del cursus publicus romano, la red de vías utilizadas por las legiones en sus desplazamientos, una red de 80.000 kilómetros que abarcaba desde Escocia a Mesopotamia, del Atlántico al Mar Rojo, de los Alpes a los Balcanes, del Danubio al Sahara. Fue un viaje “tranquilo”, los caminos eran seguros, vigilados como estaban por legiones imperiales.

Mapa del Imperio Romano

Mapa del Imperio Romano

Empleó como hospedaje las mansio, o casas de postas, o en otras ocasiones acogiéndose a la hospitalidad de los monasterios implantados en oriente desde hace años, pero todavía casi desconocidos en occidente. Varias menciones a lo largo del manuscrito sugieren la posibilidad de que contara con algún tipo de salvoconducto oficial que le permitió recurrir a protección militar en territorios especialmente peligrosos.

Calificada como la primera gran guía de viajes por su singular y ameno contenido, describe con minuciosidad lo que ve y lo compara con lo que previamente había leído. Pero también aporta un detallado relato de las infraestructuras de transporte, los ritos y costumbres de la época. De ahí su enorme utilidad para los historiadores.

El itinerario se divide en dos partes, la primera narra el viaje y comienza cuando Egeria está a punto de subir al monte Sinaí, tras haber visitado Jerusalén, Belén, Galilea y Hebrón. Desde ahí se dirige al monte Horeb, y regresa después a Jerusalén atravesando el país de Gesén. Viaja después al monte Nebo y a Samaria, y cuando se cumplen tres años de su partida vuelve de nuevo a Jerusalén y decide regresar a Gallaecia. Durante su regreso visita Tarso, se detiene en Edesa, visita Siria y Mesopotamia, y de nuevo a Tarso. Desde ahí pone rumbo a Bitinia y Constantinopla. El diario del viaje termina en ese punto, aunque antes de concluir aún expresa su deseo de visitar Éfeso. Su rastro se pierde con la llegada a Constantinopla, incluso se desconoce si regresó a la Península. La segunda parte del diario describe la liturgia tal y como se lleva cabo en Tierra Santa, en oficios de diario, domingo y durante las fiestas de Pascua y Semana Santa.

¿Qué os parece?, menudo viaje y en pleno siglo IV.


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